Lima. 280 Pág.
El trabajo intelectual, en buena cuenta, consiste en transformar datos en conocimiento, convertir mera información en saber renovado; y este nuevo libro de Marcel Velázquez es un buen ejemplo de ello. Riguroso, documentado y creativo, a la vez, indaga con minuciosidad, sobre dos aspectos vergonzosos de nuestro pasado: la esclavitud y el sexismo. Al mismo tiempo, explora la naturaleza contradictoria del criollo y su lógica de dominación que, entre otras cosas, lo inducía justificar el racismo y el machismo, así como a naturalizar –y legalizar– las diferencias, basándose en criterios de raza y de género.
Para esta labor, el crítico, se limita a analizar únicamente textos (literarios, sociológicos, históricos y jurídicos) comprendidos entre 1775 y 1895, ya que entiende que estos fueron medios eficaces para imaginar la nación deseada por las élites criollas del siglo XVIII y del XIX. Asimismo, son documentos que nos revelan los presupuestos, los prejuicios, los símbolos y las fronteras discursivas de sus productores; instancias enunciativas estas que Velázquez denomina genéricamente sujeto esclavista.
Marcel Velázquez Castro, joven crítico literario, ha laborado como docente de la UNMSM y de la Universidad Antonio Ruiz Montoya y actualmente es docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Artículos suyos han sido publicados por reconocidas instituciones (IEP y PUCP) y en diversos medios especializados como el suplemento cultural Identidades del diario El Peruano y el suplemento El Dominical de El Comercio así como en la revista Ajos & Zafiros, de la que es co-director. En el 2002 recibió el Premio Nacional de Ensayo Federico Villarreal (2002) por su libro El revés del marfil.
Las máscaras de la representación se instala en un rango superior con respecto a previas investigaciones y publicaciones del autor, ya que rearticula, reorganiza y consolida propuestas trabajadas con anterioridad por él mismo, pero sin dejar de lado su característica más saltante: la vocación desmitificadora y la irreverencia para con nombres sagrados de la inteligencia peruana, tal es el caso de González Prada y José Carlos Mariátegui. En este libro no se duda en desmantelar implacablemente las estructuras ideológicas racistas (y racialistas) de nuestro primer intelectual moderno, del mismo modo que lo hizo, en otra oportunidad, con el Amauta. El mérito es mayor, si consideramos que pareciera existir un acuerdo tácito para no referirse a estas y otras inconsistencias mayores de estos dos grandes representantes de la intelligentsia peruana del siglo XX.
El enfoque teórico adoptado se basa en los denominados Estudios Culturales: aquel entramado vario de disciplinas, esa dilatada red de teorías, ese grandiosos edificio que en los últimos años parecía elevarse hasta la estratosfera sirve ahora para prestar solidez, legitimidad y, hasta poder, a los análisis que Velázquez emprende; sin embargo, como lo ha anotado Camilo Fernández, el oficio y la eficiencia en el uso de esta monumental maquinaria interpretativa no evita que el objeto de estudio sea “recreado”, privilegiando unas perspectivas y dejando otras de lado. El caso clamoroso es Ricardo Palma y –vaya paradoja– también González Prada, que son sometidos a una minuciosa relectura con el propósito declarado de exhibir sus prejuicios infames. Pero, no se advierte que sus horizontes, sus fronteras mentales, sus habitus los mantenían necesariamente prisioneros de lo abominable.
El libro se encuentra dividido en tres capítulos: el primero titulado “La cultura peruana : Género y racismo”, constituye el análisis crítico del estado de la cuestión; donde se afina el planteamiento sobre el universo occidental y occidentalizante, el cual se erige sobre la base de la diferencia, cuyo eje gira de acuerdo a los binarismos eurocentristas que relegaron y excluyeron el perfil cultural afrodescendiente. La producción de estos discursos fundaron formas de dominio, vinculadas a las relaciones de poder a partir de los jerarquizados roles sexuales y sociales, engendrando estereotipos sociales indispensables para el fortalecimiento del vasallaje poscolonial; siendo la visión esclavista la reafirmante de la desigualdad racial, socioeconómica y sociocultural entre el grupo étnico subordinado y el grupo hegemónico. En este corpus textual consignado entre 1775 y 1895, podemos observar enunciados que configuran la representación contradictoria y antojadiza del afrodescendiente; tales signos se articularon bajo la perspectiva del Otro occidental (perspectiva asumida por el criollo), mirada sectarista que produjo la existencia de relaciones simbólicas de poder y oficializó el racismo en el Perú, a través de “imposiciones culturales” que legitimaron el sometimiento; debilitando, de esta manera, la conformación del proyecto nacional republicano.
Juana Prado Chávez
0 comentarios:
Publicar un comentario