Este austero recorrido nos llevará hacia personajes de ficción que hoy podrían resultar políticamente incorrectos pero que, definitivamente, causan más simpatía entre los lectores (hombres y mujeres) que las Carries Bradshaw o Bridget Jones de la actualidad.Si en el siglo XX se prefirió a los personajes femeninos atormentados, justificados en sí mismos (La Maga de Cortázar, la Lolita de Navokov), hoy se prefiere que las mujeres se muestren con los mismos agobios que por siglos han padecido los hombres. Hoy tenemos historias sobre ejecutivas de grandes corporaciones, mujeres fashionistas, mujeres sarcásticas que no “dan la talla” en los estándares de belleza globales, etc. También sexys buscadoras de tesoros, como Lara Croft, y hasta confundidas adolescentes que deben elegir entre la necrofilia o la zoofilia (Crepúsculo). Pero, en el pasado, otras fueron las anti-heroínas.MUJERES ASESINAS GRIEGAS. Empecemos por la mitología griega, una de las tradiciones literarias más misóginas que existen. No obstante, incluso los escritores más propensos al odio contra las mujeres nos han legado personajes femeninos capaces de despertar nuestra simpatía.
No importa que Clitemnestra haya engañado a su marido, Agamenón, con su cuñado Egisto, ni que haya también esperado diez años su retorno para matarlo de la manera más salvaje. Hoy no condenamos su perfidia tan fácilmente como los lectores y espectadores de teatro del pasado: sabemos que Clitemnestra está llena de rencor; Agamenón, un mal modelo de marido, ha preferido acabar con su hija Ifigenia por razones políticas. La diosa Artemisa ha exigido un sacrificio humano para amainar las olas y los reyes griegos, para apoyar militarmente a Agamenón, insisten en que se cumpla. Agamenón ahoga dentro de sí el amor paterno y cede. ¿Y Clitemnestra ha de quedarse con los brazos cruzados, viendo cómo matan a su hija a causa de una guerra estúpida, solo porque su hermana, la bella Helena de Esparta, resultó una resbalosa y se fugó con Paris hacia Troya? Claro que no. ¿Qué tiene que ver la vida de su hija con tanta pendejada? Nada pero, bien mirado, tampoco nada puede hacer: eran tiempos en que las mujeres debían callar y obedecer, ¡Y ay de aquélla que se quejase, un buen bofetón en su rostro la haría repensar mejor sus quejas! Pues bien, Clitemnestra decide calcular, esperar. La venganza se sirve como un plato frío, parece decirnos. Se enreda con Egisto, su cuñado y, a cambio de oro y de poder, lo involucra en su venganza.
"Alábame o vitupérame, si quieres; me es igual.Este es Agamenón, mi esposo,muerto por esta mi mano derecha. La obra es de hábil artífice.Tales son los hechos"(Agamenón, Esquilo).
Clitemnestra recibe su “castigo” a manos de sus dos hijos, Electra y Orestes. Qué misterioso es el amor: Electra prefiere ponerse se parte de su fallecido padre y limpiar el “honor” de su familia, instigando a su hermano menor para que cometa un crimen que tampoco la mitología justifica ¡y sin tener en cuenta la crueldad de Agamenón para con Ifigenia! Bien, es cierto, Clitemnestra mató a su esposo, pero Orestes no tiene por qué matar su propia madre. Este acto le valdrá a Orestes el castigo de las Furias, divinidades de la venganza, y serán el argumento de otro ciclo mitológico. Pero ésa, es otra historia. Pues parece que las mujeres de la mitología no son malas por puro sadismo y gratuidad. Medea, la inmortal bruja, es otro ejemplo. Virgen y guardiana del Vellocino de Oro, poderosa, pero mujer y enamoradiza al fin y al cabo, se deja seducir por el héroe Jasón cuando éste le jura amor eterno y que la luna es de queso. Traiciona a su pueblo, lo ayuda con sus artes a conseguir el Vellocino, se fuga con él (dejando atrás una mancillada reputación) y parten, felicísimos, hacia Corinto, lugar donde comienzan todas sus futuras desgracias. Allí, en la tierra de Jasón, es tratada como una extranjera salvaje. Despreciada, aún cree que puede soportar las humillaciones refugiándose en el hogar, pero no: Jasón ha comenzado a aburrirse de ella. Y no solo eso, planea segundas nupcias con Glauca, la hija del rey Creonte; quizá la rival es mucho más joven y bonita, con menos “carácter” y más sumisa, quién sabe.
Medea ha dado dos hijos a Jasón y los trotes del embarazo no han sido en vano. Entonces, el rencor se acumula en su corazón y es allí cuando nosotros, los lectores, nos horrorizamos: Medea acaba con la vida de sus hijos. Sí, tal como lo lee, estimado lector. Diantre, pensarán ustedes, por qué mejor no le cortó los huevos a Jasón, al fin y al cabo los pequeños no tenían la culpa de todo ese lío amoroso.
Sí, es cierto. Lo que hizo Medea es repudiable no solo para los estándares del pasado, sino también para los de hoy.Lo curioso de su leyenda es que, si bien en la literatura antigua las mujeres malas siempre reciben castigos horrendos, ése no fue su caso. Medea vagó por todo el mundo, recorriendo lugares, siendo homenajeada en muchos gracias a su poder, incluso siendo venerada como una diosa. En Atenas tuvo como esposo a Egeo, el padre de Teseo, pero lo abandonó ni bien Teseo reclamó su derecho al trono. El mito corona la vida de Medea haciéndola inmortal y dejándola en los Campos Elíseos, donde se dice contrajo nupcias con el alma de Aquiles. Aún quedará el eco de la Medea de Corneille, cuando se le pregunta ¿qué te quedará a ti, después de todo esto?Medea: Me queda YO.
FEMMES FATALES.No por nada esa frase, mujer fatal, es francesa. Y francesas son nuestras siguientes mujeres malas, esta vez sin la excusa de abusos y humillaciones (aunque no se puede decir tampoco que no los hayan padecido, solo habría que suponer, imaginar, o leer entre líneas).
Milady de Winter es creación de Alejandro Dumas para la obra “Los tres mosqueteros.” Es un raro caso donde una rubia de la literatura del XIX no es dulce y bondadosa. Al contrario, Milady es aprovechadora, usa su ingenio y su belleza como un arma para medrar. Athos la odia porque ella lo engañó; D’Artagnan casi cae en sus redes. Por culpa de ella es que el duque de Buckingham muere. Ni siquiera su amo, Richelieu, se puede fiar completamente de ella. Finalmente, recibe el “castigo” que la literatura francesa siempre reservó a las villanas. Aún así, la fascinación por Milady la ha salvado de la muerte; en el cine, al menos, hay versiones donde prefieren mantenerla viva y Mila Jovovich, que la representa en una última versión Steampunk, genera más simpatía que los adocenados personajes que la rodean.En el fondo, muchos quisiéramos que Milady gane. Que salga victoriosa de sus maquinaciones y enredos. Que logre todo lo que quiere, aunque lo que quiere, bien sabemos, involucra perjudicar a terceros. ¡Es que los mosqueteros caen tan ridículos y pesados! ¡Y es que es tan linda, la muy malvada!
Madame Merteuil es la siguiente en la galería. Vestida a la usanza rococó, llena de encanto y refinamiento, alecciona su camarada masculino, Valmont, en el arte de darle a la gente lo que ésta quiere, sacando para sí el mayor provecho posible. En medio de sus maquinaciones y vendettas, se permite arruinar la reputación de la presidenta Tourvel, ese ejemplo de “mujer digna y decente” que a la Merteuil le sabe como patada al hígado.No es justo, nos dice la Merteuil. Los hombres pueden ser todo lo perros y patanes que quieran, pero las mujeres no. Un hombre perjudica a una muchacha, y los que no son ni los padres o los hermanos de ella lo aplauden y celebran. Una mujer perjudica a un hombre, y entonces hasta el resto de mujeres la tildan de puta. Ella le demuestra su ingenio a Valmont exponiéndole esa sencilla verdad: que cualquiera de sus conquistas no se compara con las conquistas de ella pues, además de seducir, madame Merteuil tiene que obrar de tal forma que jamás pueda convertirse en la comidilla de la sociedad. Y eso, en el siglo XVIII, era una tarea harto difícil.De todas, la Merteuil es mi favorita. Su creador, Choderlos de Laclós, solo pretendía escandalizar a la sociedad volcando su cinismo en un personaje que se adelantó muchos pasos a cualquier feminismo moderno. Es curioso que la criatura fuese aún más viva e interesante que su propio creador. Basta con leerla, es decir, escucharla:
“Estas precauciones y la de no escribir jamás, no entregar jamás prueba alguna de mi derrota, pudieran parecer excesivas, mas jamás me parecieron suficientes. Habiendo llegado al fondo de mi corazón, estudié el de los demás. Vi que todo el mundo guarda un secreto que le importa no desvelar: verdad que parece haber conocido la antigüedad mejor que nosotros y de la que la historia de Sansón podría no ser sino ingenioso símbolo. Como una nueva Dalila, siempre empleé mi poder, al igual que ella, para sorprender ese secreto importante. ¡De cuántos Sansones modernos no tengo la cabellera entre mis tijeras! Y a éstos dejé de temerlos; sólo a ellos heme permitido humillarlos a veces. Mas dócil con los demás, el arte de hacerlos infieles para no parecerles frívola, una fingida amistad, una apárente confianza, algún proceder generoso, la idea halagüeña que cada cual conserva de haber sido mi único amante, me han valido su discreción. Finalmente, cuando estos recursos me han fallado, previendo la ruptura, he sabido ahogar de antemano, con el ridículo o la calumnia, la confianza que estos hombres peligrosos hubieran podido obtener.”(…) “Sin cesar me ve poner en práctica lo que le estoy diciendo; ¡y duda usted aún de mi paciencia! ¡Pues bien! Recuerde la época en que me hizo usted objeto de sus primeras atenciones: jamás hubo homenaje que tanto me halagara; le deseaba antes de haberle visto. Seducida por su reputación, parecíame que mi gloria le necesitaba, ardía en deseos de luchar con usted cuerpo a cuerpo. Es la única aventura que haya tenido poder sobre mí en algún momento. Sin embargo, si hubiera querido usted perderme, ¿qué medios habría tenido?
Vanas palabras que no dejan huella alguna tras ellas, que su misma reputación habría ayudado a hacer dudosas, y una serie de hechos inverosímiles cuyo sincero relato hubiera parecido una novela mal escrita. Verdad es que le he hecho partícipe después de todos mis secretos: mas harto sabe usted cuáles son los intereses que nos unen, y cuál de los dos ha de ser tachado de imprudente.”Las amistades peligrosas. Carta 81.La guillotina moral de la literatura francesa cae sobre el cuello de la Merteuil. Se sospecha mucho que Laclós “se vio obligado” a ello debido a las expectativas de la lectoría de ese entonces. En cada página de “Las amistades peligrosas” se siente cuán enamorado estaba el autor de su maligna Galatea. Esa simpatía no ha menguado y hoy somos muchos los lectores que preferimos obviar el final del libro. El propio Stendhal juraba que, en Grenoble, había conocido a la Merteuil de la vida real, la que sirviera como inspiración para el personaje. Y declaraba haberla conocido vieja y feliz, sin las viruelas con las que la desfiguran al final de la novela.Otras famosas chicas malas de la literatura francesa son La prima Bette, de Balzac y Naná de Zola. Y supongo que no deben ser las únicas, aunque sí las más célebres.
MI REINO POR UNA CABEZA.
Y, si hablamos de literatura, qué mejor que revisar el best seller de los últimos 2000 años: la Biblia. Allí, entre otras tantas historias maravillosas, encontraremos a tres perversas chicas, capaces de (literalmente) hacerles perder a los hombres la cabeza.Jezabel es la primera. De origen fenicio, es la reina consorte de Acab, rey de Israel. Gracias a ella la inmoralidad reina en el mundo judío (¡siempre la gente echándole la culpa a otros de sus propios vicios!),no obstante, algo de verdad hay: ella instiga el asesinato de Nabot para que su marido (quien parece ser su títere) obtenga sus tierras; introduce en el país cultos paganos sexys y más placenteros que la fría adoración a Yaveh. Muerto su marido, ella sigue ejerciendo el poder por medio de sus dos hijos, a quienes los profetas Elías y Eliseo condenan con sus vaticinios. Finalmente, Jezabel es defenestrada, muere inmediatamente y los perros devoran su cadáver.Qué sórdido.Tenemos también a Dalila. Los filisteos se valen de su belleza para enloquecer a Sansón, el hombre más fuerte en tiempos de los Jueces de Israel (antes de que hubiera reyes). Ya sabemos todas las triquiñuelas de las que esta mujer se valió para que el buen gigante revelara el secreto de su fuerza. Lo curioso es que Sansón no parece nunca percatarse de que Dalila quiere hacerle daño; son tres los intentos de Dalila para debilitar a su amante y, por tres veces, él la defrauda. Pero la cuarta vez fue la vencida: harto de sus lloriqueos, Sansón le revela la verdad; él es un nazareno, un hombre consagrado a Dios desde la infancia, y por esa razón jamás se ha cortado el cabello. Habiendo perdido el favor de Dios por sus tratos con Dalila, la cuarta vez obtiene nuevo look (a manos de su amante e improvisada peluquera)y los filisteos pueden, por fin, ponerle las manos encima.La Biblia no relata el final de esta mujer.
Y, por último, tenemos a la bella Herodías, más conocida como Salomé. Según relatan los evangelios de Mateo y Marcos, es la hijastra del rey Herodes Antipas.Él, quien se casó con Herodías (la madre de Salomé y ex mujer del hermano de Herodes), ha cometido un sacrilegio a ojos del pueblo, y será Juan Bautista quien se encargue de restregárselo en la cara. Por esa razón el rey ordena su detención, mas no su muerte, pues muy en el fondo Herodes, o teme a las superstición, o simpatiza con el santo. No obstante, Herodías-madre tiene que aguantar sus calumnias a diario y no está dispuesta a seguir en ese estado. Aprovecha las artes seductoras de su hija. Salomé baila para Herodes, en la corte, de manera tan bella que lo obliga a cometer una imprudencia; delante de todos Herodes le promete cumplir cualquiera de sus deseos “así tenga que entregarte la mitad de mi reino.” Pues mal, la niña, aconsejada por su madre, pide la cabeza del profeta. Y un rey no puede humillarse a sí mismo prometiendo vanamente. De esta forma le es entregada a Salomé la cabeza del santo, “en bandeja de plata” (frase que ya es proverbial).
Oscar Wilde adaptó este pasaje bíblico en una de sus más hermosas creaciones, una obra de teatro que lleva por título “Salomé”, escrita en francés y representada por Sarah Bernard en el papel estelar, en París, en 1891. Londres tuvo que esperar el fin de la decadente belle epoque, hasta 1930, para ver “Salomé” en las tablas, debido a una ordenanza que prohibía llevar a las tablas episodios bíblicos. El giro que le da Wilde al argumento es impresionante: Salomé se enamora del santo y éste la rechaza, la trata de perdida y puta.
Ella se encargará de hacerse amar, ya sea por las buenas, o por las malas.
“¡Ah!, no me dejabas besar tu boca, Jokanaan. ¡Bueno! Ahora la besaré. La morderé con mis dientes como se muerde un fruto maduro. Sí, besaré tu boca, Jokanaan. Lo dije; ¿acaso no fue así? Lo dije. Ah! La besaré ahora... ¿Pero por qué no me miras, Jokanaan? Tus ojos que eran tan terribles, que estaban tan llenos de rabia y de desprecio, ahora están cerrados. ¿Por qué están cerrados? ¡Abre los ojos! ¡Levanta tus párpados, Jokanaan! ¿Por qué no quieres mirarme? ¿Acaso me temes, Jokanaan, y por eso no me miras...? Y tu lengua, que era como una roja serpiente escupiendo veneno, ya no se mueve, ya no suelta palabras, Jokanaan, esa víbora escarlata que arrojó su veneno sobre mí. ¿Es extraño, verdad? ¿Cómo es que la roja víbora ya no se mueve...? No querías tener nada conmigo, Jokanaan. Me rechazaste. Dijiste cosas terribles contra mí. ¡Hablaste de mí como si fuera una ramera, como a una mujer perdida, a mí, Salomé, hija de Herodías, princesa de Judea! Bueno, yo aún vivo, pero tú estás muerto, y tu cabeza me pertenece ahora. Puedo hacer con ella lo que me plazca. Puedo arrojarla a los perros y a las aves del cielo. Lo que los perros dejen, las aves devorarán... ¡Ah, Jokanaan, Jokanaan, eras el único hombre que amé! Todos los otros me resultaban un fastidio. ¡Pero tú eras hermoso! Tu cuerpo era una columna de marfil alzada sobre bases plateadas. Era un jardín lleno de palomas y lilas de plata. Era una torre de plata guarnecida con escudos de marfil. No había nada en el mundo tan blanco como tu cuerpo.
No había nada en el mundo tan negro como tu cabello. Y en todo el mundo no había nada tan rojo como tu boca. Tu voz era un incensario que esparcía extraños perfumes, y cuando te miraba escuchaba una curiosa música. ¡Ah! ¿Por qué no me miraste, Jokanaan? Tras el manto de tus manos y tras el manto de tus blasfemias ocultaste tu rostro. Pusiste sobre tus ojos la venda de aquel que quiere ver a su dios. Bueno, ya has visto a tu dios, Jokanaan, pero a mí, a mí, tú nunca me viste. Si me hubieras visto me habrías amado. Yo te vi, y te amé. ¡Oh, cuanto te amé! Aun te amo, Jokanaan, sólo te amo a ti... Estoy sedienta de tu belleza; estoy hambrienta de tu cuerpo; y ni el vino ni las manzanas pueden apaciguar mi deseo. ¿Qué haré ahora, Jokanaan? Ahora que ni las inundaciones ni los grandes océanos pueden calmar mi pasión. Yo era una princesa, y tú me despreciaste. Yo era una virgen, y tú me arrebataste la pureza. Yo era casta, y tú llenaste mis venas con fuego... ¡Ah! ¿Por qué no me miras? Si me hubieras visto me habrías amado. Sé muy bien que me habrías amado, y el misterio del amor es más grande que el misterio de la muerte.”Finalmente es por las malas: sendos besos y reclamos a la cabeza cercenada encenderán el asco y la ira del rey Herodes, quien finalmente ordenará matar a su hijastra.
CONCLUSIÓN.¿Te satisfizo este recuento? ¿Quieres añadir alguna más a la lista? Te invito a hacerlo. Podríamos mencionar también a Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, una infaltable villana del canon literario latinoamericano. Y tal vez haya más villanas en la antigua literatura española, además, claro, de la inmortal Celestina, aquella bruja que hizo desgraciados los amores de Calisto y Melibea.
¡Tengamos en cuenta que estoy olvidando completamente la literatura no occidental! Mi memoria, con dificultad, solo puede traer a cuento algunas reinas y princesas perversas de "Las mil y una noches."Es cierto, la lista presente resulta escasa. Tal vez tú, lector, sepas de alguna villana más que se me haya escapado.
Fuente: http://happypunkwriter.blogspot.com/2012/03/personajes-femeninos-malos-de-la.html
1 comentarios:
También es de enlistar a la famosa Amaranta, de Cien Años de Soledad.
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