- Originalmente publicado en el diario La Gaceta.
28 de Julio del 2011 | Antonio Requeni exhortó a sus colegas a cambiar de rumbo. Opinó que no está definido el panorama de la literatura en el país.
Durante casi 40 años ejerció el periodismo con pasión. Sin embargo, la literatura consiguió doblarle el brazo y conquistarlo para siempre. Hoy es uno de los pocos poetas argentinos que pueden exhibir con orgullo un currículum apabullante que incluye premios, condecoraciones y amistades señeras, como las que supo cultivar con Pablo Neruda y Alejandra Pizarnik.
Invitado por la Universidad Nacional de Tucumán para disertar en el marco del Letrarte 2011, Antonio Requeni se dio tiempo para charlar distendidamente con LA GACETA en un bar del centro, horas antes de presentar un libro en el Centro Cultural Virla.
- ¿Hacia dónde va la literatura argentina?
- Aún no se sabe bien. Creo sinceramente que durante la segunda mitad del siglo XX hubo una declinación de la creatividad. Pero no sólo aquí, sino también en el resto del mundo. Después de la década del 50 no ha aparecido ningún poeta de la talla de Paul Valéry en Francia o T.S. Eliot en Inglaterra. Pero tampoco aparecieron pintores geniales como Pablo Picasso o músicos emblemáticos como Manuel de Falla, Jean Sibelius o Claude Debussy. Es decir que hubo una declinación en todos los órdenes. Un sociólogo tal vez podría explicar el porqué. Yo sólo puedo decir que las generaciones poéticas y literarias que marcaron un rumbo fueron las de Jorge Luis Borges.
- ¿El último representante de esa generación fue Ernesto Sábato?
- Y sí. Podría decirse que sí. Algunos escritores siguieron escribiendo hasta la segunda mitad del siglo XX, pero fueron escritores formados en la primera mitad del siglo. Eso sí, el único género que mantuvo su vitalidad fue la novela. Porque aparecieron Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Marguerite Yourcenar, por nombrar algunos.
- ¿No se deberá esto a que las nuevas tecnologías han cambiado la manera de hacer literatura?
- Tal vez haya hoy una nueva forma de literatura, sobre todo por el aprovechamiento de la cibernética. Pero aún no está tan definido el panorama.
- ¿Usted considera, como Borges, que todo ya ha sido escrito?
- Y sí. Probablemente todo ya ha sido dicho. Y ha sido dicho de varias maneras distintas.
- ¿Y cuál es la manera de decir las cosas hoy?
- A través de la transgresión. En nuestro tiempo hay una tendencia creciente a hacer poesía para iniciados. Hoy, por ejemplo, se escriben poemas que sólo entienden un par de personas. Y este tipo de poesía es tal vez la culpable de que se haya acuñado el término "verso" como sinónimo de "cháchara" o "macaneo". Porque la gente lee esos versos que no entiende y los desecha sin contemplación. Yo creo que los poetas deberían aceptar esa responsabilidad y cambiar de rumbo. Por eso se lee muy poca poesía. En otras épocas el género era mucho más fuerte.
- ¿Qué autores les recomendaría leer a los jóvenes que quieren descubrir ese maravilloso mundo de la rima?
- Primero, que lean poesía en castellano y no traducida. Los poemas traducidos casi siempre son una sombra de los originales: pierden todo su brillo. Y, sobre todo, que no empiecen por los clásicos; es decir, por los autores del Siglo de Oro español porque pueden aburrirse. Deberían buscar poetas del siglo XX, sobre todo Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y toda la generación de Borges. El mismo Borges ha escrito poemas que son maravillosos.
- De las poetas, ¿a quien recomendaría leer?
- Hay muy buenas. Alfonsina Storni, por ejemplo, tiene poemas que conmueven hasta la médula. Ella escribió, por ejemplo: "oponer una frase de basalto / al genio oscuro que nos desintegra". Y cuando se lee esto uno no puede dejar de sentirse maravillado. Y también están Silvina Ocampo y Olga Orozco, que fueron escritoras de mucho talento.
- Usted fue amigo de otra gran escritora argentina: Alejandra Pizarnik...
- Claro. Yo a Alejandra la conocí de chico porque éramos vecinos. Después, con el tiempo, nos fuimos haciendo íntimos. Yo iba mucho a su casa.
- ¿Siempre fue una mujer atormentada?
- No. En su juventud era muy divertida. Pero siempre le gustó la poesía abismal y oscura. Le encantaban los escritores franceses. Y, con el tiempo, se fue haciendo cada vez más torturada. Le interesaba sólo la literatura. No hablaba de otra cosa. Estaba obsesionada con la poesía. Y terminó en un callejón sin salida. Yo creo que se suicidó porque se dejó vencer por esa literatura exasperada. Cuando me dieron la noticia de que se había suicidado me entristecí mucho, pero en el fondo siempre supe que iba a terminar así. Ella era carne de suicidio.
- ¿París habrá influenciado en su cambio drástico?
- Y sí. Yo creo que la cosa empezó en París. Porque en Buenos Aires ella era muy distinta. Siempre le gustaron los muchachos, aunque yo nunca tuve nada con ella. Pero en sus últimos días ella ya estaba volcada abiertamente a las mujeres. Y, por supuesto, a las drogas.
- ¿Y de Pablo Neruda qué recuerda?
- Y... cosas muy divertidas. Hablábamos mucho de literatura, aunque era un hombre muy correcto; un maestro que hacía ver esa diferencia con el discípulo.
- Pero, además, era un gran sibarita. Le gustaban las fiestas y las reuniones con amigos...
- Claro. A mí me invitó a su casa en Isla Negra. Nunca fui, pero en esa casa siempre se hacían reuniones muy divertidas.
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